Por Leonardo Parrini
El diálogo incluyente con las comunidades, pueblos y nacionalidades indígenas de la Amazonía fue inconcebible antes de que el Estado ecuatoriano revalorizara su rol frente esa región del país. Cuando el ex presidente Jaime Roldós pronunció en su epílogo vital: ¡Este Ecuador Amazónico, desde siempre y hasta siempre!, enunció un deber ser ante una realidad que históricamente contradijo sus propósitos. Bástenos recordar que otro mandatario, Galo Plaza, sentenció que el oriente es un mito, es decir, que en el país no existía tal vocación amazónica frente a los pueblos indígenas ni ante la riqueza petrolera coexistentes en la región.
Desde la marginalidad y la exclusión amazónica la historia del oro negro ecuatoriano estuvo teñida por la sangre y las lágrimas de pueblos ignorados, para quienes la riqueza petrolera fue sinónimo de muerte sin ningún beneficio tangible. Comunidades agredidas por la destrucción de su entorno, incomunicadas por la ausencia de carreteras, atrasadas por la carencia de escuelas y fácil presa de enfermedades debido a la inexistencia de atención médica. Ese fue el resultado de una incursión petrolera oprobiosa que permitía que dos tercios de los recursos generados fueran a las arcas de las compañías transnacionales, a través de leoninos contratos con el Estado. Una lógica permisiva de un Estado sin conciencia social ni de soberanía, que hizo vista gorda ante el brutal impacto de una explotación hidrocarburífera irrespetuosa del entorno amazónico y corruptora de su gente que dejó secuelas todavía difíciles de erradicar.
El nuevo rol del Estado
Hoy día el Estado entabla el diálogo intercultural estimulado por el marco legal de una Constitución que reconoce los derechos de los pueblos amazónicos. Este diálogo lo hace desde la perspectiva –permítasenos acuñar el término- de la intercultoralidad, es decir, desde la reciprocidad cultural afincada en la palabra. ¿Dónde si no? Un diálogo para escuchar y ser escuchado, comprender y ser comprendido, a través de una oralidad que da cuenta de nuestra diversidad como nación.
La consulta previa a la Ronda Suroriente Ecuador que arrancó esta semana en las provincias de Pastaza, Morona Santiago, Orellana y Napo, bajo el precepto de que En la consulta amazónica, tu palabra vale, denota que ahora esa palabra tiene valor para identificarnos e influir en las decisiones del Estado consultante.
La nueva era petrolera anunciada por el Estado pretende dar un nuevo sentido a la actividad hidrocarburífera bajo la premisa que ahora el petróleo es vida y sirve a la Amazonia para su inclusión, desarrollo y participación en los destinos del país. Proposición amparada en la norma constitucional que otorga a los pueblos indígenas el derecho a ser consultados -con resultados prácticos-, al punto que sus demandas pueden influir en los contratos que establezca el Estado con las compañías prestadoras de servicios petroleros en los bloques licitados en la Ronda Suroriente Ecuador.
Vivimos la era de un Ecuador que asigna un nuevo rol al Estado, abierto a la participación e inclusión ciudadanas. Corren buenos tiempos para el diálogo, por lo mismo que en la consulta amazónica que lleva adelante el gobierno del presidente Rafael Correa resulte vital que las partes dialogantes revaloricen la palabra. Amerita abrir un coloquio sincero que privilegie los intereses del país en el manejo de sus recursos naturales y contemple las demandas de los ecuatorianos que habitan las zonas de intervención petrolera. Acaso esto nos permita cumplir con la vocación de ser un Ecuador amazónico desde ahora y hasta siempre.
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