lunes, 10 de junio de 2013

794 derrames petroleros desde 1967 en Ecuador




El inicio de la exportación petrolera en el Ecuador en 1972 trajo ingentes recursos para el Estado, pero también vino acompañado de un fuerte impacto ambiental, sobre todo para la región amazónica. Según el Ministerio del Ambiente (MAE), desde 1967 (cuando se descubrieron los primeros pozos petroleros en la Amazonía) hasta el 2009, se han registrado 794 derrames de crudo y agua de formación solo en las provincias de Orellana y Sucumbíos. El agua de formación es un fluido altamente contaminante que sale con el petróleo y debería ser reinyectado al subsuelo. Esto ha representado un derramamiento de más de 725 000 barriles de petróleo y agua de formación en los ríos y la tierra de la Amazonía y las provincias de Esmeraldas y Santo Domingo. Aún no hay cifras actualizadas de los derrames registrados entre el 2010 y el 2013. Pero en ese último período se han dado dos incidentes relevantes. El primero del Oleoducto de Crudos Pesados (OCP) de 5 500 barriles en Esmeraldas en abril pasado y 11 000 barriles la semana pasada en el Sistema de Oleoducto Transecuatoriano (Sote). Este tipo de derrames ha causado daños a la propiedad privada de los pobladores de la zona, contaminación de cultivos, muerte de animales domésticos de granja, impacto en la calidad de agua, deterioro en la calidad de los suelos y pérdida en la productividad, entre otros, según el MAE. Aunque la entidad no tiene contabilizadas cuántas personas han enfrentado esta contaminación, tiene en sus registros que fueron dañados cerca de 2,3 millones de metros cuadrados. Es decir, una superficie equivalente a 300 veces el estadio Olímpico Atahualpa. El investigador de la Universidad Andina, Carlos Larrea, señala que estas son las consecuencias no deseadas de la actividad extractiva y generan dos graves problemas para las personas y el ambiente. En primer lugar, los daños en la altísima biodiversidad de la selva ecuatoriana con la consecuente afectación a especies de la flora y la fauna. En segundo lugar, la afectación a la salud de las poblaciones, principalmente como consecuencia de la contaminación de los ríos. 

Ello se evidenció en el último derrame que afectó a la provisión de agua del Coca, en Orellana. Otros poblados como Shushufindi, Dayuma, Tiwino y San Pablo Secoya enfrentan los mismos problemas por derrames registrados en los últimos años. Una de las principales causas de los más recientes derrames, según Larrea, es la edad del SOTE. El investigador afirma que la tubería fue construida por Texaco para 1 000 millones de barriles en reservas. Es decir, para máximo 25 años. Sin embargo, la infraestructura sigue funcionando luego de 41 años a su máxima capacidad. Larrea dice que no hay avances para solucionar este problema. La representante de Acción Ecológica, Alexandra Almeida, dice que los derrames y pasivos ambientales solo de Texaco afectaron a más de 30 000 personas. Afirma que una de las principales consecuencias por consumo de agua contaminada con hidrocarburos es el cáncer en las personas. Indica que la remediación ambiental es un proceso costoso y largo que no revierte el daño. Ni Petroecuador ni el MAE tienen datos de los montos de compensaciones a las comunidades afectadas. Las compensaciones no solo son monetarias sino también en obras como infraestructura. 

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