La legislación
ambiental ecuatoriana prohíbe la venta de cualquier animal silvestre. Solo se
puede cazar para consumo, no para comercializar.
Con esta base legal, el
Ministerio del Ambiente de Ecuador (MAE) emprendió la Campaña para la
Prevención de Delitos Ambientales, que busca concienciar en las comunidades
sobre el peligro que existe de que la fauna de la Amazonía desaparezca.
En la visita que este Diario
realizó hace 15 días se constató que en el mercado de Pompeya, en donde hace
años era común la venta de animales silvestres, ya no se da esta práctica. El
control de las autoridades se ha intensificado en este lugar.
Pero esto no ocurrió en la
feria del domingo en Coca. La venta informal no solo se realiza en puestos del
mercado, también se camufla como carne de pollo en un asadero.
En la misma cuadra del mercado
se expenden cuatro pedazos de carne de guanta en un pincho a USD 1. La gente
hacía fila para comprarlos bien asados. En este mismo sitio se ofertaba sopa de
guanta a USD 3,50.
Con 1 kg de guanta se pueden
preparar hasta cinco platos.
Actualmente, en estos sectores
se observan afiches en contra de la comercialización de guanta. “Si vendes
carne de monte es plata para hoy y hambre para mañana”, es una de las frases
que se multiplican por las calles. Otra frase que ha sido parte de esta campaña
es: “Guanta, saíno, huangana o danta. La selva ya no aguanta”.
Esta campaña también se ha
extendido a transportes urbanos e interparroquiales. Y se trabaja para que los
dueños de los restaurantes cambien su oferta de menú y los turistas ya no lo
demanden.
En los alrededores del mercado
de Coca, la gente sabe que está vigilada por los policías municipales, pero uno
de ellos -al ser consultado sobre sus labores- dijo que se encargan de
controlar que las balanzas de peso estén correctas, del tránsito y del orden en
las ventas ambulantes en general.
Aseguró que los encargados de
decomisar carne silvestre son los empleados de la Intendencia, pero ellos ya no
trabajan el domingo que se desarrolla la feria.
El personal de la Capitanía del
Puerto de Orellana, junto con representantes del Ministerio del Ambiente y de
la Policía, decomisa las libras de carne silvestre en la población de Pompeya,
principalmente en la vía fluvial.
En los operativos realizados en
el 2011, por ejemplo, se logró decomisar un total de 1 128 libras de carne en
el río Napo.
Actualmente, los operativos se
realizan en mayor medida entre semana, porque se percataron que los
comerciantes ya no distribuyen la carne los domingos.
Los decomisos también se
efectúan con el personal de la Capitanía de Puerto de Nuevo Rocafuerte. Cuando
un vendedor es aprehendido con la carne o es relacionado con la venta recibe
una primera advertencia de las autoridades. Pero si es reincidente puede ser
detenido, de uno a tres años.
Entre las especies más comunes
que se decomisan en los operativos está la carne de guanta, venado, guatín,
saíno, huangana, mono ardilla o barizo.
Los operativos se realizan cada
semana y en lo que va de este año ya se han decomisado unas 400 libras de carne
de estos animales.
Los mayores beneficios
económicos de esta actividad ilegal van a los intermediarios y dueños de
locales de comida, mientras que los cazadores perciben ingresos
insignificantes. Un lugareño de Coca contó que los comerciantes les dan unos
USD 10 por la pata entera de guanta y como la entrega es tan rápida no revisan
los billetes. Incluso hay algunos que ni saben bien cuánto reciben ni reclaman.
Las entregas se hacen en mochilas y fundas de basura.
La cacería
Las comunidades indígenas
cazan primates, roedores y hasta felinos como el jaguar, cuya población ha
experimentado una reducción del 25% en la
última generación. Hasta el
2011 se presumía que había menos de
2 000 individuos adultos.
Los colonos que viven en
esta región también comercializan la carne en los comedores que hay
en Coca, Tena, La Joya de los Sachas y Lago Agrio.
La cacería del tapir
quedó prohibida en el 2010, para permitir la reproducción de las pocas
hembras que quedan. La restricción es por tres años. Las comunidades Waorani se
han comprometido a no cazar tapires para la venta, solo para
consumo.
Los efectos de la cacería
son más evidentes en las poblaciones nativas de huanganas, maquisapas y
pavas de monte, que han disminuido drásticamente.
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