Deben haber transcurrido algunos años, desde que me impacté con algo que me pareció
Insólito, y que ha quedado en mi memoria.
Y es que, cuando pasaba por un pueblito de la costa,
a través de la ventana del vehículo interprovincial que me llevaba con destino
a Esmeraldas, pude mirar boquiabierto, con estupor y desazón, un afiche de un candidato que no recuerdo a
qué dignidad terciaba, pero que tenía como eslogan de campaña una frase que decía así:
“CHICHO ROBA, PERO HACE OBRA”.
Entiendo que muchos deben haber visto ese afiche, pero no sé cuantos, se habrían puesto a
reflexionar sobre este hecho que, dice mucho
de la mentalidad de algunos de
nuestros políticos, y también de alguna
de nuestra gente.
“Chicho
roba pero hace obra”
Esta frase,
no era
un grafiti hecho en la obscuridad
de la noche, aprovechando un descuido, tampoco era la frase de un pasquín
o algo parecido.
No… no,
Era nada más,
y nada menos que, el eslogan del
afiche de un candidato que pretendía el voto del pueblo, para
representarlo en una función pública.
Es más, se supone que los seguidores del candidato en cuestión,
que habrían estado ayudándole en la campaña a dicho candidato , al recorrer por calles , aceras y rincones de sus
pueblos, de seguro
sabrían gritar a voz en cuello, el eslogan de su candidato: “ ¡Chicho roba pero hace obra …Chicho roba
pero hace obra…Chiiiiiiiiiicho roooba pero haaaaaaace ooooobraaa! .
Claro
está
que, ese Chicho al que nos
referimos, debe haber sido un personaje
muy bien identificado con su eslogan, que además, tenía la
franqueza de mostrarse ante el pueblo tal cual era, es decir,
reconocerse como un ladrón, pero eso si ...
comprometido en hacer obras para su pueblo; cosa que en verdad
cierta gente lo admite, permite y respalda.
Lo
comentado hasta aquí no es fantasía, por eso
cabe recalcar que es un hecho real, suscitado en un pueblo de
nuestro país, pero claro, parecería un hecho de surrealismo
mágico, como aquellos que nos narrara Gabriel
García Marquez, en Cien Años de Soledad
, y que tiene como escenario, el pueblo de Macondo, que la mayoría
conocemos
gracias a la magia de la
pluma del Gabo, quien hace vívidos esos
hechos insólitos,
que mi imaginación me dice que
se continúan dando en nuestros días por ello Gabriel García Márquez
debería seguirnos
contando todo lo que aun se puede contar, porque al parecer ,
lo insólito
es lo cotidiano.
Con
seguridad en ese pueblo de Macondo, deben
existir aquellos políticos que, manejan muy bien la demagogia y,
para conseguir el voto del pueblo, en épocas de elecciones hablan de
su honestidad al 100%; pero cuando llegan al poder y pasan
algún tiempo,
ese 100% va menguando poco a poco y, a decir del pueblo, eso
sucede porque por allí se encarama algún chicho
que le arrebata el 10%, el 15 % y hasta el 20% según la oportunidad
permita.
Se podría contar también, de esos políticos que se jactan de una capacidad incomparable, que todo lo saben,
que todo lo pueden, que ofrecen el oro y el moro , que se consideran doctos en las letras,
porque perfeccionaron sus
virtudes en la cátedra de doña Sandra ,
en fin… con esas y otras virtudes, esos personajes entran a servir al pueblo , como lo dice la
gente sin tener nada y sin ser casi nada.
Pero
cuando salen a la vida cotidiana, al
terminar el período para el cual fueron elegidos, explicablemente, y
gracias a la magia del porcentaje, salen teniendo en su haber, unas
casotototas unos carrotototes , unos equipos camineros
completototes , edificios grandototes, centros turísticos
completotes etc. Etc. Etc. Y después, hasta tienen el cinismo de
decirse
de manos limpias, y dicen
eso, porque teniendo en su entorno, quien les haga los trabajos
sucios, creen que pueden
mantenerse con las manos limpias.
Pero
se supone también que, en Macondo no
todos son tontos, tampoco es que comen cuentos, ellos saben lo que
les pasa. Lo que sucede es que, por
efectos de alguna alquimia o algún raro
hechizo, la gente prefiere mirar
de lejos todo esos hechos, y han
permitido y siguen permitiendo,
que esos politiqueros chichos y
testaferros sigan en sus andanzas, acumulando
bienes y
más bienes; muchos de los cuales -previo algún oscuro
pacto- los ponen a nombre de otros fulanos, con la
esperanza que, al terminar su período de
gestión pública, esos testaferros les
devuelvan lo mal habido , pero no
siempre se cumple lo que pactan , porque
no cuentan con la astucia de esos oscuros personajes a
quienes cuando se les requiere la
devolución de los dineros o bienes mal
habidos, les sacan a relucir como espada
de Damocles el consabido adagio que dice: “
Ladrón que roba a ladrón, tiene cien años de perdón”; y miauuu…
con esos bienes, los testaferros se mandan a cambiar y se cumple otro
de los adagios que dice: “que lo mal habido, el diablo se lo
lleva.
Amén de los chichos, de nuestras tierras, y las cosas que se dan en Macondo, pero
algo habrá que hacer para curarnos en sano, para alejarnos
de Macondo y desterrarlos a esos “
chichos”.
Quizá,
aprovechando estas
elecciones se pueda dar el primer paso:
Convocar
a
la conciencia ciudadana para poder elegir mejor, hacer una
evaluación sincera de lo que realmente queremos y, con
gran responsabilidad, elegir de entre todos esos candidatos, a los
más idóneos, de verdaderas manos
limpias, de trayectoria de servicio, de honradez acrisolada y, de una
dosis de humildad. Con ello no solo que elegiríamos a quienes merecen
que nos representen , sino que además, se castigaría también
a
esos politiqueros de
siempre, que quieren sorprender al
pueblo sonriendo de oreja a oreja, solo en elecciones; pero que se les
conoce como saltarines que se
cambian de camiseta, como lo hace el camaleón que cambia de colores
según halla una ocasión.
Por lo
tanto, solo queda entregar el
voto consiente y desinteresado, al que lo merezca, sin
pedirle nada a cambio, sin esperar prebenda alguna, sin esperar un contratito; tan solo pensando que el
bien común es lo que más importa.
Que
el voto en este
17 de febrero sea diferente, que sirva para evidenciar que los
honestos somos más y, que la ciudadanía comprenda que, en los
puestos de elección ya no hay que darles cabida, ni a chichos, ni a
testaferros, peor a politiqueros.
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